miércoles, 7 de noviembre de 2007

Huele a gas...

En épocas de enfermedad, de escasez, de dolor y de incertidumbre surgen de entre los adoquines, algunos apestosos personajes que dicen solucionar la cuestión, y sanear a los podridos. Mienten.
La sanidad es cosa del pasado compañeros, estos son tiempos de enfermedad, de determinación y de fuerza, no es momento de tirarse a dormir en anatómicos sillones y descansar con pesados ojos nuestras innumerables noches de fiesta. Hay que estar preparados, mis compañeros, la era del gas se acerca y sin músculos fuertes, sin mordidas duras y nudillos curtidos, pereceremos como las demás ratas.
La pregunta es…
Si realmente no queremos perecer.
O si debemos sobrevivir.
La respuesta no es de nuestra propiedad. Posiblemente la respuesta esté durmiendo en el momento que la pidan, y no va a venir a saludar.
Así que sólo vamos a ser una angustia, infinita o limitada, que escapará del viejo juego entre las preguntas y las respuestas. No venimos a sanear podridos, venimos a hablar sobre lo que ya está podrido, y el que necesite una respuesta, quizás la encuentre ahí, pero tenemos esperanza de que no lo hagan.
En estos momentos es donde las voces se vuelven extrañas y bajo la deformidad de unos cuantos rostros desfigurados a golpes resuenan cual desgarradores gritos en nuestros oídos. Cuando ya no hay más qué decir, cuando el aburrimiento enfermó todas nuestras neuronas y estamos esperando babeantes que finalmente se resuelva esa constante nube que pesa sobre nuestros cráneos, en un fatal crimen que no permita regresar a la comodidad, ahí es cuando lo que se balbucea entre dientes, toma el poder de ese dolor ancestral de la humanidad, en ese momento, las palabras tienen la fuerza de los golpes que deseamos, en nuestro interior, recibir.
Somos sólo un síntoma, nada más, y con eso nos conformamos. Pero ya ser un síntoma de esta enfermedad Terminal que todos padecemos, es demasiado para nosotros, muy posiblemente ni lleguemos a ser parte de la enfermedad real, apenas la de algún parasito de ella. Pero como dijimos, es demasiado, eso ya es demasiado.
Si supurante la realidad se muestra ante nosotros, y paralíticos de voluntad nos encontramos, no hay otra forma de hacer las cosas.
Entonces, inhalen, aspiren profundo y que llegue hasta el último alvéolo.

La era del gas, ya se huele...


Ing. Edgardo Apolinario Muñiz