domingo, 9 de diciembre de 2007

Algunos recuerdos...

El Gewehr 98 lentamente comienza a rebalarse de las manos nerviosas y humedas del joven soldado. Impaciente, atizba al compatriota más próximo en busca de ese sentimiento de camaradería que esperaba sentir aquí, frente a las lineas enemigas, y sólo ve unos ojos desencajados y tan asustados como él.

Las baterías de artillería se oyen disparar a lo lejos, reza por unos segundos pidiendo que no sean del enemigo. Los gritos del oficial ordenan el avance, sacaremos a esos ingleses de sus cuevas aún así tengamos que marchar frente a el fuego de sus ametralladoras. Se prepara rapidamente, acomoda el casco sobre su craneo, limpia sus manos del sudor, y se afirma al fusil, su único verdadero camarada en el frente hasta ahora. Nuevamente la artillería suena, oye los impactos, y “¡Avancen!”

Los pies se mueven torpente entre el barro y la mugre, los nervios traicionan, y algunos ni siquiera salen de la trinchera. Uno, dos, uno, dos, contar los pasos y marchar, Links, zwei, trei… pero una calma sepulcral lo sorprende. Esperaba el fuego enemigo sobre su cuerpo, y sobre todos sus compañeros, el sonido de las balas sobre el acero de los cascos, sobre los huesos, penetrando en la carne, pero no. Silencio, un silencio de tormenta, lento e intranquilo. Avanzan todos a la par, algunos más temerosos, otros envalentonados por la creencia que la artillería había sido suficiente para esas sucias ratas del archipiélago, pero todos avanzan, haciendo retumbar la tierra golpeada por sus sucias botas. Y la tormenta llegó.

El olor a heno cubrió todas las narices, casi alegrándolos. Inmediatamente después, se mezcló con un aroma a cloro muy fuerte, y los rostros empalidecieron de terror y desesperación.

Ahora, sin sus mascaras, huele a gas…

Lic. Godofredo Abelardo Fernandez

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