sábado, 2 de agosto de 2008

Y otra más...

Envuelto en una ira poco usual para mi sentir cada vez más desgastado por la erosión que produce la rutina y el vivir cotidiano, que amarga cada molécula de fantasía y esperanza que alguna vez sentí, grito al infinito mi enorme y egoísta desventura: ¡Es que acaso tendré que morir así!

Estupidas se me hacen las mujeres y las cosas a las que me someto por ellas. Me saben cada vez más a café y tabaco sus besos, sus caricias embadurnadas de mentirosa dulzura, sus despóticos deseos de hacerme suyo, y al mismo tiempo…esa falsedad, esas increíbles ganas de que por unos minutos seas el hombre que la llene de dulce semen y le des un crío. Quizás la próxima el oído comience a fallarme, y en lugar de devolver una caricia le encajo una buena y merecida trompada en la cara. Una y otra vez me engaño a mi mismo, pruebo metiéndola en todos los agujeros posibles, disfrazando mi desesperada búsqueda de amor y compañía, de argentina hombría. Un pelotudo como pocos puede caer tan seguido en la trampa innecesaria de decenas de mujeres, una tras otra, en el brevísimo tiempo que tiene hoy mi vida. Claro está que esto lo digo ahora, a mis diecimuchos años, cuando las muertes de los maestros es lo único que podes percibir en la yema de tus estirados y fríos dedos.

Desventura es esta, la del inútil que juega a ser de todo, la del escucha que quiere ser escriba. Y sus besos, putas de mierda, me siguen sabiendo a mentira, mientras se desvisten una tras otra, lindas, feas, gordas y flacas, con la lubricidad de las profesionales que como las aficionadas, todo lo fingen, hasta el amor.

Pero, ¿de qué estoy hablando? Del amor fingido…si eso ya ni debe existir, salvando por el corazón embriagado de algunos adolescentes, que no tardarán en caer en la decepción sin retorno en la que hoy y para siempre voy a estar ahogado. Puedo ahora, prometer convertirme en aquél monje guerrero que duerme en mi mente en las noches de borrachera, cada vez más inevitables, y no volver a tocar un pelo suave, ni un culo redondo, ni una concha humedecida por mis propios dedos, por mis propios besos. Y honestamente, si mi voluntad fuese tan fuerte como es en mis fantasías, lo llevaría a cabo. Pero quién sabe, ya llegará otra conchuda que me venda cual gerente de marketing un par de días en los que podré creer, para luego sacarla con patadas en los tobillos al pasillo, y echarla de mi casa porque yo...ya me rompí las bolas.

¡LA PUTA MADRE!

Godofredo Muñiz

6 comentarios:

Unknown dijo...

Indefinido.

Etrhos dijo...

Coincido.
Con ambos.
El tema me es cada vez más tristemente familiar.

Ana Ortiz dijo...

Hay mujeres q escriben lo contrario, describen a las cosas q se someten x un hombre, x una caricia.
Yo me pregunto: cuántos seres solitarios hay en el mundo, cuándo podrán encontrarse para ser felices...

Filth_Pig dijo...

Eh............
Bueno, agradezco a la muchachada fiel, aunque a veces a la fuerza, por comentar:
Paso a responder, porque me interesa:
Velcrafacta: Yo creo que es definido.
Etrhos: Creo que forma parte de este paradigma dicha problematica.
Ana Ortiz: Agradezco mucho su frecuencia en este blog,que compartimos con tantos autores. Por otro lado, creo que lo que usted dice rectifica el tema que Godofredo aborda, precisamente porque la "solitariedad"(como usted dice)no se soluciona con una mujer(voy a hablar desde mi perspectiva, no puedo escapar a mi subjetividad, ni quiero hacerlo)sino que se soluciona precisamente con encontrar la forma de que falten, y que no joda que falten. Perdonen mi misoginia, y la de mi compañero, pero no se trata de una cuestion de genero, si no una cuestión de fé.
Facundo N. Sanchez

Profesor Goldstein dijo...

Estimado Ingeniero. Me parece que se me puso un tanto misogino, quizas le este haciendo mal tanto Schopenhauer.
No olvide la complementariedad de los opuestos, que aburrida seria la vida sin contradicciones.
Le recomiendo ablandar su corazon con "cuentos para leer sin rimel" de Poldy Bird o alguna que otra poesia melosa de Neruda o Benedetti.
Como decia Oscar Wilde a la mujer no hay que entenderla, hay que amarla.

[noparanoia] dijo...

Creo que es un momento en que se recae por no reconocerse a sí mismo que le gusta caer y recaer en esa mentira, porque es parte de lo que le seduce de esas mujeres que le seducen. Igual reconocérselo no lo hace más ni menos hombre, sino más honesto consigo mismo pues. Para hacerse cargo de lo que se elige y sus consecuencias, y no cargárselas encima cual bolsa kármica de pesadas papas padecientes.

Salud y saludos.

N.